jueves, 10 de marzo de 2011

Año internacional de los bosques


Este año, 2011, ha sido declarado Año Internacional de los Bosques por la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU). El lema elegido para la campaña es: “Los bosques, para las personas”. Su mensaje central es que los bosques contribuyen al desarrollo y la erradicación de la pobreza. Es la segunda vez que los bosques son protagonistas de un Año Internacional, ya que en 1985 el Consejo de la ONU para la Agricultura y la Alimentación (FAO) pidió a los Estados miembros que tomaran conciencia sobre la necesidad de protegerlos.

Según datos de Naciones Unidas, el mundo pierde cada año 13 millones de hectáreas de bosques, una superficie equivalente a la cuarta parte de la Península Ibérica. Aunque durante los años 90 la situación era peor. Por lo que se refiere a África, según un estudio publicado en 2009 por la Rights and Resources Institute para analizar el uso de las selvas tropicales en el mundo, los bosques de África están desapareciendo más rápido que los de otras partes del mundo. La razón, según se explica en este informe, es la falta de propiedad de la tierra. Nadie la posee y nadie la protege.

Cualquier africano que viva en zonas rurales podría contar historias como la que me contó el año pasado en diciembre un amigo que tengo en Uganda y que se llama Alex Ojacor: “Cuando yo era niño, el camino de cinco kilómetros que yo recorría de mi casa a mi escuela todos los días era un inmenso bosque por el que caminábamos felices. Ahora es un erial de tierra árida que me produce una gran pena cuando lo veo”.

¿Por qué se produce esta deforestación? La respuesta no es difícil de encontrar: por acciones de los seres humanos. sobreexplotación y tala ilegal, conversión de bosques a tierras agrícolas y ganaderas, recolección insostenible de madera, gestión inadecuada de la tierra, creación de asentamientos humanos, explotaciones mineras y petrolíferas o la construcción de embalses y carreteras, entre otras. Y también porque, todos los días, millones de personas en África tienen que enfrentarse al reto de cómo conseguir suficiente leña (o carbón vegetal) para poder cocinar. Hace 30 años, la población de Uganda apenas llegaba a los 15 millones. Ahora son 37 millones, más del doble. Y todos ellos tienen que comer caliente a diario.

Pero además, en África hay un problema nuevo: desde hace relativamente pocos años, multitud de compañías extranjeras se han lanzado a una carrera desenfrenada de adquisición de tierras para cultivos comerciales. Esto ha terminado por dar la puntilla a los moribundos bosques de muchos países africanos. Menos del 2 por ciento de los bosques de este continente están bajo control comunal, frente a un tercio en América Latina y Asia. Con todo esto, en África la deforestación es cuatro veces superior a la media mundial. Y lo peor del caso es que el avance de esta plaga parece preocupar muy poco a bastantes de sus dirigentes, que incluso toman medidas que arrasan los bosques. Todos en Uganda recuerdan el caso del bosque de Mabira, uno de los grandes pulmones del país. En 2007, el presidente ugandés Yoweri Museveni decidió otorgar una gran parte de esta selva a una compañía de origen indio para la explotación comercial a gran escala de la caña de azúcar. El año anterior, el gobierno ugandés ya había hecho lo mismo con algunas islas del Lago Victoria que de la noche a la mañana fueron vendidas a una compañía de Malasia que taló sus árboles centenarios y plantó palmeras de aceite para la producción de biocombustibles. En aquella ocasión el director de la Autoridad Nacional de Recursos Forestales de Uganda –un noruego- dimitió en protesta.

Pero podríamos decir que a grandes males, grandes remedios. Durante los últimos años, se han puesto en marcha algunas loables iniciativas para poner freno a esta pérdida de bosques en el mundo. Una de las más conocidas es la plantación de millones de árboles en Kenia por parte del Green Belt Movement, un movimiento popular iniciado por Wangari Maathai, quien recibió en 2004 el premio Nóbel de la Paz por sus esfuerzos a favor de la preservación del medio ambiente. Entre otras acciones, puestas en marcha por gobiernos africanos, destaca la construcción de la Gran Muralla Verde, un ambicioso proyecto iniciado hace tres años para crear una gran franja de vegetación de 15 kilómetros de ancho que unirá Dakar con Yibuti a lo largo de más de siete mil Kilómetros para intentar frenar el avance del desierto. Once países participan en este proyecto: Senegal, Mauritania, Burkina Faso, Mali, Níger, Nigeria, Chad, Sudán, Etiopía, Eritrea y Yibuti. Con este cinturón que atravesará el África más árida de Este Oeste se quiere contribuir a frenar el cambio climático.

No hay comentarios:

Publicar un comentario