La ONG Save the Children acaba de publicar su informe número doce sobre el Estado Mundial de las Madres. De la lista de 164 países analizados, los mejores lugares del mundo para ser madre son: Noruega, Australia e Islandia. Por el contrario, el peor lugar del mundo donde dar a luz y sacar adelante a un niño es Afganistán. Pero lo más llamativo para nosotros es que ocho de los peores países son africanos. Estamos hablando de: Níger, Guinea Bissau, Chad, República Democrática del Congo, Malí, Sudán, Somalia y República Centroafricana.
Según el informe de la ONG, “de media, en estos países una de cada 30 mujeres muere por causas relacionadas con el embarazo, un niño de cada seis muere antes de su quinto cumpleaños y uno de cada tres sufre desnutrición”. El estudio añade otros datos interesantes: unas 358.000 madres pierden la vida cada año en el mundo por complicaciones durante el embarazo o el parto y más de 8 millones de niños y niñas no llegan a cumplir los cinco años de vida.
De estos ocho países africanos mencionados en esta lista, personalmente he estado en cuatro de ellos. Curiosamente, uno de ellos –Chad- es desde hace pocos años uno de los principales países productores de petróleo de África, pero como ocurre a menudo sus beneficios no llegan a la población. La última vez que estuve en Sudán fue hace dos años. Es otro país productor de petróleo, pero en el sur del país –donde por cierto está la mayoría de los pozos de petróleo- uno se da cuenta en seguida de que la mayor parte de la población vive muy lejos de un centro de salud, por lo que la mayor parte de las madres no tienen la posibilidad de tener un seguimiento antenatal adecuado. De la R D del Congo he vuelto hace menos de un mes. En la ciudad de Goma y sus alrededores, donde estuve la mayor parte del tiempo, se ven legiones de niños que malviven en las calles y la mayor parte de ellos están desnutridos. Me encontré con mujeres viudas a consecuencia de la guerra que me decían que comían una vez cada dos días y que su única fuente de ingresos era trabajar como jornaleras picando piedras y que cuando tenían suerte ganaban un dólar al mes. Estuve con mi ONG organizando un centro de ayuda humanitaria, y cuando pusimos en marcha el dispensario –gratuito- no sabíamos qué hacer para limitar el número de consultas diarias, la mayor parte de mujeres y niños.
Algo novedoso en este informe de Save the Children es el hecho de que la ONG ha reunido a algunas voces académicas y políticas para llamar la atención sobre la necesidad de que los gobiernos continúen invirtiendo en programas de salud materno-infantil, así como de la importancia de prácticas como la lactancia materna. Entre ellos se encuentran Bingu wa Mutharika, presidente de Malaui; personalidades del mundo sanitario y de la investigación, como Carlos González o Clara Menéndez, y del mundo de la literatura y las artes, como Soledad Puértolas o Jennifer Garner.
Una de estas personalidades, el pediatra Carlos González, explica que “la lactancia está salvando cada año seis millones de vidas y podría salvar al menos un millón más si se generalizase la lactancia materna hasta al menos los dos años”. El doctor González es el fundador de la Asociación Catalana Pro Lactancia Materna.
Hay un dato que no me consta que aparezca en el informe, pero que creo que es importante. En Uganda, el país africano que mejor conozco, sigue siendo un lujo para una madre tener un parto atendido por personal cualificado. Pero lo curioso del caso es que cada año salen del país miles de comadronas, enfermeras y médicos –todos ellos formados en Uganda- hacia Europa o Estados Unidos, atraídas por jugosas ofertas de empleo en estos países ricos. En este caso, no hay ningún intento de controlar la inmigración, sino todo lo contrario: se abren las puertas de par en par. Uno de los problemas de fondo es que los países menos favorecidos no sólo reciben pocas ayudas en el campo sanitario, sino que en muchos casos los pocos recursos humanos que tienen los pierden. Y se trata de personal que podría hacer que cambiara la situación y que dar a luz en África no se convirtiera en una actividad de alto riesgo.
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